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Moodas, cuerpos y filosofía

Andrea Madero

Suena el despertador, Nos despertamos, nos bañamos y nos vestimos. Esa es nuestra rutina cada mañana. Pero ¿por qué actuamos de este modo? ¿Por qué nos bañamos todos los días antes de salir? ¿Por qué elegimos ciertas prendas y no otras para vestir nuestros cuerpos? ¿Qué dice esto de nosotros? ¿De nuestras personalidades, de nuestra sociedad?

 

Hay algunos conceptos que a lo largo del tiempo han ido modificando nuestras prácticas. El concepto de “higiene” (nacido en el siglo XIX), por ejemplo, hace que nos bañemos todos los días. Por otro lado, los muy discutidos conceptos de “belleza” y “moda” guían nuestro comportamiento al elegir lo que usamos, y a pesar de que estas prácticas resultan ya casi automáticas, tienen detrás de ellas una gran densidad tanto filosófica como política.

 

¿Qué sucede cuando comenzamos a indagar sobre las ideas que sostienen las prácticas que nos son tan familiares? Es decir, al pensar el baño no sólo como el medio para la limpieza corporal sino como una vía de aceptación social, podemos indagar en cómo el concepto afecta nuestros actos, por ejemplo: ¿Quién se atrevería a ir a una entrevista de trabajo después de tres días sin bañarse?

Aquí queremos problematizar la elección de la ropa que usamos, pensarla no solamente como un comportamiento natural, o incluso de supervivencia, sino como un conjunto de actos sociales y políticos que configura el concepto de "moda”, y preguntarnos en qué medida este sistema puede afectar directamente a los cuerpos de todos nosotros.  

 

Desde tiempos prehistóricos, los hombres y las mujeres se han cubierto con distintos materiales, ya fuera con pieles o telas, por diferentes motivos. Por un lado, el factor climático: ¿cómo podría una mujer medieval sobrevivir el invierno sin abrigo? o ¿cómo hubieran sobrevivido los zapotecos con tres capas de piel de oso encima? No habrían durado ni dos horas sin ser víctimas de un golpe de calor… Pero, ¿es el factor climático el único que consideramos hoy en día para elegir usar una prenda en vez de otra?

 

El problema de la moda, (o la moda como problema), han sido estudiados desde distintas perspectivas. La psicología, la antropología y la sociología han hecho estudios a partir de la pregunta “¿Por qué una sociedad se viste de un modo en particular?”. Estas disciplinas abordan el estudio de la moda y la indumentaria recopilando diversos casos, sin embargo, la filosofía y la historia operan distinto, ya que lo que buscan es problematizar las ideas que arrojan los acontecimientos y momentos históricos particulares (más que analizarlos concretamente), lo que se busca es encontrar el espíritu de un grupo social a través de cómo ha decidido vestirse.  

 

Entre las interpretaciones más conocidas encontramos la de George Simmel, quien concibe a la moda como algo natural en el hombre que responde a una necesidad de identificación con un grupo. Teodor Adorno, desde una perspectiva de influencia marxista, piensa la moda como una característica propia de la modernidad y los tiempos de la industrialización de las ciudades, ya que este autor considera que la elección de la ropa que usamos es un fenómeno en el que se refleja la lucha entre clases sociales que buscan distinguirse unas de otras más que identificarse entre individuos. Las interpretaciones de Gilles Lipovetsky, por otro lado, explican a la moda como un fenómeno democrático del que nadie puede salvarse, ya que responde a un deseo por la novedad que está ya generalizado en lo que él llama hipermodernidad o sociedades de consumo.

Todas estas corrientes de pensamiento y autores, buscan responder a los mismos cuestionamientos: ¿Qué es la moda? ¿Por qué elegimos vestirnos de un modo y no de otro? ¿Esta elección dice algo de nosotros?, y de ser así, ¿qué es lo que dice?

 

Varios metros de tela separan los vestidos renacentistas de las mini faldas, y de Marilyn Monroe a Arianna Grande hay veintidós kilos de diferencia (a pesar de que medían lo mismo). Las prendas cambian con el tiempo, pero los cuerpos que las portan también. ¿Será posible entonces, que la moda influya en el tipo de cuerpo que se construye en cada época? Y de ser así, ¿qué es lo que a su vez construye a la moda? Para tratar de aproximarnos a estos problemas, tomemos el caso de los Estados Unidos de América.

 

El siglo pasado, en Estados Unidos, por ahí de 1960, las mujeres de la clase media se volvieron locas por un ícono que representaba a la nación. Su nombre era Jacqueline Bouvier, mejor conocida como Jackie Kennedy, la esposa de quien sería presidente de nuestro país vecino. Su modo de vestir llamó la atención de revistas y celebridades, lo que llevó a una difusión masiva de su imagen y provocó un fenómeno de imitación nunca antes visto en los Estados Unidos.

 

Jackie estaba en todas las revistas de moda, que en ese entonces incluían patrones para que las mujeres confeccionaran la ropa que les gustara, por lo que obtener el estilo de la Primera Dama parecía tan fácil como ir a comprar la tela adecuada. Sin embargo, esto no era tan sencillo. Jackie era alta y muy delgada, y además de ser conocida por la ropa que usaba, su constante sometimiento a duras dietas era de dominio público.

Para estos años, toda prenda o patrón de ropa que se vendiera en los Estados Unidos debía ser fabricada de acuerdo a las tallas estandarizadas por el gobierno en 1959, a partir de un estudio que se realizó con 15,000 mujeres. Se tomaron sus medidas, se promediaron y con eso se fijaron las medidas para cuatro tallas en las que los 91 millones de mujeres restantes tenían que caber. ¿Qué sucedió cuando se invirtió la relación entre los cuerpos y la tela? ¿Qué pasó cuando fueron los cuerpos los que debieron adecuarse a las prendas ya-hechas, y no las telas a las medidas particulares de cada cuerpo?

En 1962 en un artículo llamado “Cómo Jackie Kennedy me cambió la vida”, una joven escribía a la revista Vogue acerca de su experiencia con la primera dama, donde (resumiendo) decía:

 

“Yo solía ser gorda- odio esa palabra- pero es justo lo que yo era. Hasta que conocí a Jackie Kennedy. Me eligió de entre el público para leer un discurso y elogió mucho mi inteligencia y mi modo de ser. Me sentí tan inspirada por ella, su elegancia, su figura y su belleza, que decidí que yo también quería ser- como ella- una gran dama. ¡Después de un periodo de dietas logré bajar 25 kilos! Ahora puedo usar los vestidos de las revistas, y cuando me peino al estilo de Jackie, mis amigas dicen que hasta me parezco a ella“

 

Desde los años 60 las revistas se plagaron de remedios milagrosos, dietas, ejercicios y cirugías que ayudarían, a quien así lo quisiera, a bajar de peso para poder lucir –en palabras de la nota editorial de una revista de moda del 63- el cuerpo al que la moda se estaba dirigiendo. Y como el caso de la joven cuya vida cambió Jackie Kennedy, hay muchos más, que formaron parte de un proceso que comenzó con la estandarización de la ropa, pero terminó estandarizando los cuerpos que la usarían. Esta pequeña anécdota me lleva a preguntarme: con tantos procedimientos y métodos que existen para “quedarle” a la ropa ¿hasta dónde estamos dispuestos a llegar para estar a la moda? ¿De verdad “la belleza cuesta”?

 

Estudiar cómo se ha vestido una época puede revelarnos las ideas que tenían las personas sobre los cuerpos, el sexo, las relaciones entre hombres y mujeres o incluso sobre las relaciones con las instituciones. En el caso particular de Estados Unidos, podríamos incluso preguntarnos si era en efecto la personalidad de cada mujer la que se manifestaba a través de su ropa o más bien, era la personalidad que se buscaba imitar a través de las prendas la que salía a la luz. Y en este sentido, me parece pertinente preguntarles ¿nosotros decidimos sobre las prendas que usamos o es el bombardeo publicitario el que nos lleva a elegir?

Con respecto al género, Judith Butler menciona que es una cuestión de actitudes repetidas con imágenes reiterativas. Me parece que este mecanismo se adapta también a la moda, ya que es sólo a través de la práctica de una idea de belleza presentada en los medios de comunicación a través de millones de imágenes que el concepto se vuelve concreto y se carga del poder suficiente para modificar los cuerpos de los individuos.

 

En conclusión, me gustaría invitarlos a preguntarnos si somos nosotros los dueños absolutos de las decisiones que tomamos acerca de la ropa que compramos y si esta está reflejando algo de nosotros, o quizá revela más acerca de la sociedad globalizada y de consumo en la que vivimos actualmente. Quisiera invitarlos también a la reflexión sobre la moda y a pensar cómo esta afecta nuestras ideas sobre la belleza, nuestras vidas, y particularmente a nuestros cuerpos.

 

Coco Chanel decía que la moda, como la arquitectura, es una cuestión de proporciones, proporciones diseñadas, que moldean las ciudades, los edificios y los cuerpos.

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